Se despejó un poco el temporal. Oskarín tenía que ir a Cantabria, aunque estaba algo enfermo, para ayudar a su padre. Luis le acercacó a Valladolid para que pudiese coger el tren a tiempo y yo me apunté al viaje (hasta Valladolid) En el regreso a Segovia, hicimos una parada con la furgoneta de Luis en Cuellar y, aunque hacía un frío del carajo y andamos un poco perdidos, pudimos ver el castillo de esa ciudad.
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